por Enrique de Nalda
El lector estará acostumbrado a escuchar incesantemente noticias acerca de nuevos criptoactivos, de protocolos DeFi, los famosos NFT y diversas aplicaciones de la Blockchain. Todas ellas son muy interesantes y sin duda suponen una gran disrupción. No obstante, este artículo se focaliza en la revolución monetaria que supone Bitcoin, sin entrar en la disrupción tecnológica que supone la Blockchain, la cual tiene un sinfín de nuevas aplicaciones.
En finanzas suele distinguirse entre activos reales y activos financieros. Los activos financieros son el derecho de reclamar un cobro a un tercero, ya sea este un amigo, una compañía o un estado. Su valor depende de la obligación que se haya contraído y de la confianza que se tenga en el cumplimiento de la contraparte. Los activos reales, por el contrario, tienen valor por sí mismos; sus propiedades consiguen que la sociedad reconozca un valor en ellos sin necesidad de la confianza en un tercero.
Los activos reales pueden ser tangibles (inmuebles, materias primas, etc.) o intangibles (patentes, marcas, etc). Por contra, los activos financieros son fundamentalmente intangibles ya que el derecho de cobro con un tercero es incorpóreo; no obstante, puede representarse tangiblemente en forma de billetes, contratos, etc.
Ambos tipos de activos pueden ser utilizados como dinero; entendiendo por dinero a todo activo que sirve para el intercambio y almacenamiento de valor. Sin embargo, los activos reales, debido a sus propiedades, encuentran algunas dificultades para ser utilizados como tal. Por ejemplo, una casa, aunque me permite almacenar valor, encuentro demasiados inconvenientes en su intercambio debido a que no puedo transportarla ni dividirla. Por otro lado, creo que no hace falta explicar porque una patente o una marca no son aptas para el uso monetario.
En la historia son diversos los activos reales que han funcionado como dinero; desde la sal (de ahí la palabra salario) a los materiales preciosos. Los avances tecnológicos de la época, concretamente la metalurgia, permitieron la mejor adecuación al ámbito monetario. El oro y plata han tenido un papel protagonista en nuestra historia económica gracias a su conversión en moneda.
Por el contrario, los activos financieros, gracias a su intangibilidad, encuentran gran facilidad en su uso monetario. Si un agente tiene una deuda conmigo, basta con que lo plasme en un papel para que yo pueda comerciar con la deuda de ese agente. Sin ir más lejos, los billetes fiat, son una obligación del gobierno para con su poseedor.
Aún así, los activos financieros también han sufrido de revoluciones tecnológicas que han conseguido que le gane la partida por completo a los activos reales en el ámbito monetario. La digitalización del dinero ha conseguido que su divisibilidad, su transmisión y su contabilidad sean infinitas veces superior al que consiguen los activos reales (no hay que olvidar que, si yo compro digitalmente oro, lo que estoy adquiriendo es un derecho a oro, pero no oro en sí y por tanto, al depender de la confianza en un tercero, se trata un activo financiero). El mundo en el que vivimos necesita de la digitalización y por tanto no es de extrañar que los activos reales se hayan quedado atrás en el ámbito monetario; hasta que llegó Bitcoin.
Bitcoin se ha convertido en el primer activo real monetario que no es tangible y por tanto apto para el uso digital. Bitcoin, aún sin ser corpóreo, no requiere de la confianza de un tercero. Esto supone una verdadera revolución porque hasta la fecha no se concebía la posibilidad de que algo intangible pudiera tener valor y uso monetario por si mismo, sin la necesidad de que una tercera parte actuara como árbitro y garantizara el valor de dicho activo. Entonces la gran pregunta aquí es: ¿Cómo consigue Bitcoin, algo incorpóreo, no depender de la confianza en ningún tercero?
La respuesta es consenso social descentralizado. Bitcoin encuentra su valor en la confianza de los usuarios que forman su red. Una cosa es confiar en Bitcoin, y otra que su valor dependa de que confiemos en alguien. Gracias a la criptografía (aquí es donde entra la Blockchain) las transferencias monetarias son validadas por los usuarios sin la necesidad de la confianza en un tercero o un árbitro. Uno puede confiar en la integridad de su libro de cuentas siempre y cuando confíe en que no existe una mayoría del poder de cómputo que actúa de forma malintencionada. Y la pregunta es ¿Cómo puede uno estar seguro de este hecho?
La respuesta reside en el sistema de incentivos. El diseño de la red de Bitcoin está hecho para que los usuarios obtengan más beneficios actuando de forma honesta que atacando a la red. Además, gracias a la prueba de trabajo haría falta un poder de cómputo superior a la mitad del total de toda la red para poder adulterar el contenido de esta. Teniendo en cuenta el inmenso poder de cómputo que existe actualmente en la red de Bitcoin, conseguir el 50% parece una tarea casi imposible. Aún así, veamos que ocurriría en el caso de que unos usuarios se aliaran y consiguieran la mayoría de la red.
Lo que seguro que ocurriría es que estos usuarios estarían incurriendo en un gasto de recursos titánico (de ahí la importancia de la prueba de trabajo). Podrían usar ese gasto para hacer “el bien”, actuar como validadores de transacciones, obteniendo así como recompensa cantidades de Bitcoin proporcionales a su esfuerzo. Por el contrario, podrían utilizar esa mayoría para hacer “el mal” e ir en contra de las normas. Sin entrar en tecnicismos que expliquen los diferentes ataques y respuestas de la red, basta con que el lector entienda que los atacantes encontraría serios problemas para conseguir obtener beneficios por encima del gasto en el que incurren, y que, en el mejor de los casos, lo único efectivo que lograrían sería dañar a la red. Confiar en Bitcoin supone confiar en que, si se diera este escenario, estos usuarios escogerían obtener beneficios en lugar de la destrucción.
Resulta mucho más sencillo confiar en que los agentes van a actuar buscando su propio beneficio que fiarse de la buena voluntad de un árbitro; y más, cuando esos árbitros podrían tener intereses ocultos (y a veces no tan ocultos). No es ningún secreto que la inflación es el mejor amigo de los deudores y que los estados son en última instancia los mayores poseedores de deuda. ¿Se fiaría el lector de la integridad de un enfrentamiento deportivo donde se sospecha que el árbitro es íntimo amigo de uno de los competidores? Por el contrario, a nadie le extraña cuando una gran compañía otorga acciones a sus directivos; los accionistas dormirán mejor por las noches si saben que los directivos tienen sus intereses personales alineados con los de la compañía.
Bitcoin ha irrumpido con fuerza en el sistema económico y ha venido para quedarse. Ha pasado el test de mercado y ya no es esa “nada” que podría dejar de existir de la noche a la mañana. Hoy en día hay un consenso social descentralizado lo suficientemente grande como para garantizar el valor de Bitcoin a pesar de su intangibilidad. Bitcoin ha conseguido ofrecer una alternativa para el almacén de valor a numerosos agentes que prefieren confiar en que la gente actuará conforme a sus intereses antes que en la benevolencia de un árbitro.
En conclusión, la Blockchain ha supuesto una revolución tecnológica cuya magnitud nos será relevada con el paso del tiempo. Sin embargo, Bitcoin es mucho más que un avance tecnológico; es una revolución monetaria. Bitcoin ya es una realidad y ha logrado que los activos reales monetarios planten cara a los activos financieros en la era digital.
Criptan es una plataforma de compraventa de criptomonedas con servicio de custodia integrado que busca acercar el mundo de las criptomonedas al día a día de las personas, centrándose en ofrecer rendimientos y utilidades sobre las criptomonedas principales. Es una sociedad española fundada en 2018 por Jorge Soriano, arquitecto que ha trabajado durante años en consultoría estratégica y creativa, con una dilatada experiencia de más de seis años en el mundo cripto, y Jaume Sola, vinculado desde hace más de 30 años al ecosistema innovador y tecnológico, que colabora desde sus inicios en plataformas como Flywire y otras de las tecnológicas más importantes.
Ambos entienden las criptomonedas como una nueva forma de dinero que tiene que ser accesible a todas las personas. Por ello, deciden crear una plataforma centrada en un acceso sencillo y confiable que sea la puerta de entrada para este tipo de usuarios. Para completar el proyecto, se unieron Enrique y Pablo Penichet, fundadores de Bbooster Ventures, Manuel Palencia y John Nahm, Managing Director de Strong Ventures.
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